Michel Temer,
presidente legal pero no legítimo del Brasil, sigue haciendo daño. Buscando el
apoyo de congresistas terratenientes, cambia la calificación de importantes
parcelas de selva amazónica a los efectos de facilitar su explotación. Lo
explica en la nota que sigue Carol Pires para la versión castellana del New
York Times:
Título: La
Amazonía está de remate
Texto: Los grupos
de presión ruralista de Brasil ya no necesitan presionar tanto al gobierno. En
buena medida, han conseguido lo que tanto han buscado: ocupar importantes
cargos de poder en Brasilia. En 2014, los brasileños eligieron no solo el
congreso más conservador del país desde el fin de la dictadura, sino también el
más dominado por el frente parlamentario agropecuario –suma 230 de los 513
diputados–, la más eficiente de las agremiaciones legislativas.
Tras apoyar el
proceso de destitución de Dilma Rousseff y con Michel Temer como presidente,
ese sector conservador dominó por completo el gobierno. Desde entonces, hemos
asistido a una ofensiva contra las conquistas sociales –y ahora ambientales– de
la última década. El ministro de
Agricultura, Blairo Maggi, ganador en 2005 del premio Motosierra de Oro
–entregado por Greenpeace en protesta contra la destrucción medioambiental–, es
considerado el mayor productor individual de soja del mundo. Y el de Medio
Ambiente, Sarney Filho, quien debería ser su contrapeso en el gobierno, ha
dicho recientemente, sin el menor pudor, que “solo Dios” –no las políticas
públicas– puede frenar la deforestación de la Amazonía.
Temer, quien ha
sido evaluado como malo o pésimo por el 69 por ciento de los brasileños en
encuestas recientes, ya enfrentaba dificultades para negociar apoyo
parlamentario para sus reformas laboral y de pensiones, demasiado impopulares
para ser aprobadas a solo un año del inicio de la campaña presidencial de 2018.
Ahora, a causa del agravamiento de la crisis política y arrinconado por
denuncias de corrupción, el presidente paga cada vez más caro el apoyo para
sustentarse. Y parte del precio ha sido rematar la selva amazónica a los
parlamentarios ruralistas que dominan el congreso.
En diciembre, el
gobierno de Temer firmó una medida provisoria (suerte de decreto presidencial
que debe ser ratificado por el congreso) transformando 305.000 hectáreas de la
Floresta Nacional de Jamanxim, en Pará, en un Área de Protección Ambiental, o
APA. Aunque el nombre suene promisorio, la medida esconde un retroceso. La
calificación de floresta nacional es una de las más altas categorías de preservación
en Brasil y la ocupación de tierras de la floresta está prohibida. El Área de
Protección Ambiental tiene, en cambio, un nivel de protección mucho menor,
porque permite la explotación comercial de las tierras. En otras palabras, la
medida podría permitir legalizar sus actividades a quienes hoy ocupan y
explotan ilegalmente esa región amazónica.
El proyecto, que
ya era malo, pasó por el análisis de diputados y senadores y terminó por ser
tan distorsionado y perjudicial como lo es el actual congreso. Además de
aumentar el área que pasaría de floresta nacional a área de preservación de
305.000 a 600.000 hectáreas, los legisladores aprovecharon para incluir una
enmienda completamente ajena al proyecto original, reduciendo también 10.000
hectáreas del Parque Nacional de São Joaquim, en Santa Catarina; está tan lejos
del Jamanxim como España de Bielorrusia. O sea: para avanzar con su desarrollo
a cualquier costo, los diputados muestran que quieren hacer en otras regiones
lo que están haciendo con Jamanxim.
Recientemente, en
respuesta a un pedido de Gisele Bündchen, la
modelo más famosa de Brasil, Temer anunció por Twitter que había anulado
las medidas. En ese mismo mensaje, arrobó a la cuenta de WWF, como si diera buenas
noticias para el medio ambiente. El presidente parece haberse olvidado que el
proyecto original lo envió él. Mejor sería no haberlo hecho nunca. Porque con
el proyecto envió también el mensaje de que está dispuesto a ceder ante los
grupos de presión y a absolver a quienes invaden y deforestan la selva. Además,
Temer ya había negociado con la bancada ruralista que el contenido vetado será
presentado otra vez. El único cambio es que la paternidad de este retroceso en
el campo de la protección ambiental pasó del Poder Ejecutivo al Legislativo.
El 68 por ciento
de toda la actividad ilegal en las áreas protegidas de la Amazonía ya se
concentra en el Jamanxim. Un reportaje de Folha de S. Paulo denunció que el
mayor beneficiado con la medida de Temer sería Ubiraci Soares da Silva, alcalde
de Novo Progresso, quien ha sido sancionado con 571.000 dólares en multas por
crímenes ambientales.
Con la
disminución del grado de protección en Jamanxin, el Instituto de Investigación
Ambiental de la Amazonía (IPAM. por su sigla en portugués) prevé una
deforestación de 280.000 hectáreas, que causarían la emisión de 140 millones de
toneladas de carbono hasta 2030. De acuerdo con Ciro Campos, vocero del
instituto Socioambiental (ISA), hay que tomar en cuenta que la deforestación
del medio ambiente funciona como una bolsa de valores: los criminales invaden
las tierras si ven en el futuro una oportunidad de legalizarlas. Con este
congreso, las oportunidades son más reales que nunca.
Por ejemplo: a
mediados de junio, el congreso aprobó nuevas normas que también debilitan las
exigencias ambientales al permitir la regularización de tierras ocupadas de
manera irregular –incluso en áreas protegidas de la Amazonía, donde ahora
habitan voraces latifundistas–. Y medidas peores que esa se avecinan. Con la
excusa de destrabar el desarrollo económico, la bancada ruralista presentó un
proyecto para acabar con la obligatoriedad de obtener licencias ambientales
para obras como el asfaltado de carreteras y la agricultura extensiva.
Si a Dilma
Rousseff no le importaba el medio ambiente, el gobierno que la reemplazó menos
aún. De hecho, acelera la marcha en reversa. En el último año, la deforestación
de la Amazonía avanzó el 30 por ciento.
El asunto había tenido poca repercusión hasta que Temer y sus ministros
viajaron en visita oficial a Noruega. Allá, hicieron pasar vergüenza al país.
Ante este retroceso, Noruega anunció un recorte del 50 por ciento de sus
aportes al Fondo Amazonia, de quien era el mayor financiador.
Cuando fue
denunciado por corrupción por la procuraduría general, Temer dijo: “Nada nos
destruirá ni a mí ni a nuestros ministros”. Para sostener un gobierno que
carece de solvencia y que quizás no dure mucho, ha puesto en riesgo la
supervivencia de la floresta y, como resultado, la de todos nosotros. La
solución inmediata sería la caída de todo ese gobierno, sin legitimidad popular
ni condiciones éticas para seguir. Pero mientras siga ahí, la comunidad
internacional debe poner presión directa sobre él para que no se siga
debilitando la protección de la Amazonía.
Cuando Temer
anunció su veto, se dirigió a Gisele Bündchen, quien vive en Estados Unidos. De
modo semejante, el aumento de la deforestación solo ha recibido la debida
atención de la prensa después de la sanción de Noruega. Puede ser fastidioso
para un extranjero acompañar los asuntos de Brasil después de dos años de
ininterrumpida crisis política, pero ahora el tema es de todos. Mientras el
mundo debate cuál será el impacto ambiental del anuncio de Donald Trump de
retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, en Brasil, sin mucho alboroto,
el pulmón vegetal del mundo ha sido puesto en remate.
Increíble. Ese Sarney Filho es doble apellido, o el hijo de J. Sarney?
ResponderEliminarIndependientemente de lo anterior, estos cagadores parecen cortados en serie.
Recordar las palabras del actual ministro de medio ambiente argentino, el rabino bergman en ocasión de los incendios forestales en el centro-sur de argentina: "hay que rezar".
Marcelo Foti