Siguen mal las
cosas en Brasil, con Michel Temer que no termina de caer (attenti, Mauri), y la economía de ese
país que posiblemente termine el año nuevamente con signo negativo. Las dos
notas que siguen son de Eric Nepomuceno para Página/12. La primera es de ayer:
Título: Sobrevivir
a cualquier precio
Texto: Pocas
cosas son tan patéticas, y a la vez tan reveladoras, como las que vive Brasil
en estos tiempos de tinieblas. Tenemos a un presidente ilegítimo, un traidor
vil que sirvió de elemento esencial para que el gran capital y el
neoliberalismo más fundamentalista lograsen lo que las urnas electorales les
había negado desde 2003: el poder.
Figura de
estatura ínfima en todos los sentidos, de la política a la moral, Michel Temer
representa, a la vez, uno de los más graves equívocos de Lula da Silva y del
PT, que determinaron que semejante tipo fuese el compañero de fórmula electoral
de Dilma Rousseff.
¿Por qué? Porque
la legislación electoral en Brasil es absurda. Existen hoy como 28 partidos con
representación parlamentaria, lo que hace imposible que el presidente electo
llegue con mayoría en el Congreso. Pactar es inevitable. El problema, entonces,
es otro: ¿pactar con quién? Pues con el que pueda asegurar esa mayoría.
Alianzas espurias, desde luego, pero al fin y al cabo, alianzas. Y Temer,
sólido corrupto y conocedor de los vericuetos de la compra y venta de
diputados, parecía el tipo indicado.
Es en este punto
específico que aparece el peligro: cuando se convive, como ha sido el caso de
Dilma Rousseff en su segundo y frustrado mandato, con la peor, en todos los
aspectos –moral, ético, ideológico–, legislatura en décadas, es casi inevitable
que esa alianza se dé con canallas. Todos sometidos al poder del entonces
vicepresidente, Michel Temer, y todos, claro, dispuestos a traicionar a cambio
de diez porotos.
Si a ese cuadro
se suma una presidenta sin carisma popular y de escasísimo talento para la
negociación, se tiene completo el cuadro de antecedentes que llevó Brasil al
callejón sin salida en que se encuentra.
Luego de la
cuarta derrota electoral consecutiva frente al PT, el gran capital, las
multinacionales, los medios hegemónicos de comunicación y esa sacrosanta e
inasible entidad llamada “mercado” se dieron cuenta de que ya era hora de
terminar con la fiesta. Y así nació el golpe armado y estructurado por el
senador Aécio Neves (luego grabado cometiendo altos actos de corrupción),
ejecutado por el entonces presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha
(ahora en la cárcel), avalado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso
(que trata de armar escudos contra denuncias), y llevado a cabo por un Congreso
en el que más de un tercio de los diputados y senadores se encuentran bajo
investigación o fueron denunciados por corruptos.
Pasado más de un
año desde la destitución de Dilma Rousseff y sus 54 millones 500 mil votos, lo
que se ve es un país devastado. Los últimos sondeos indican que el gobierno
ostenta el respaldo de alrededor del cinco por ciento de los brasileños.
Mientras llueven
fundadas denuncias contra Temer y sus asesores más directos y poderosos, los
medios hegemónicos de comunicación que fueron fundamentales para el golpe
abandonan al náufrago, en especial Globo, principal responsable de que se
llegara donde se llegó. También las federaciones patronales no ocultan su
malestar por la demora en implantar “reformas” que benefician al capital y
destrozan derechos laborales y sociales, y por la inmensa incapacidad del
gobierno para impedir que la recesión no solo persista como se profundice
Los neoliberales
del PSDB del ex presidente Cardoso están divididos entre los que defienden
mantenerse en el gobierno y los que exigen la salida. Involucrados en sus
propios escándalos, no quieren ver los de Temer y su pandilla sumado a los
suyos.
La economía
desangra y hay amenaza de colapso: varios sectores públicos disponen de
presupuesto solamente hasta septiembre, y no se sabe de dónde sacar lo que
falta. Los cortes drásticos de recursos en educación, salud pública, seguridad,
hicieron que ya no haya de dónde amputar más.
Frente a ese
cuadro drástico, ¿qué hace el gobierno? Trata de sobrevivir a cualquier precio
e impedir que Temer sea defenestrado, lo que provocaría una fuerte presión
popular para que se anticipen las elecciones previstas para octubre del año que
viene. Además, destituidos, Temer y su grupo irían a parar directamente a la
justicia común.
Para resistir, el
gobierno aumenta de manera espectacular los gastos con publicidad inútil y
distribuye océanos de dinero para comprar los votos de diputados para impedir
que la Corte Suprema lo investigue.
El temor de
Temer, sin embargo, no está solamente en que lo catapulten por corrupción: es
que aunque la escandalosa compra de diputados resulte, él podrá ser expelido
por inviable a los intereses del mercado. Ya quedó claro que el déficit fiscal
previsto en astronómicos 139 mil millones de reales (unos 44 mil millones de
dólares) no será alcanzado. Se prevé al menos unos siete mil millones de
dólares más.
No hay la más
ínfima perspectiva de retorno de inversiones, ni para que se recupere parte
significativa de puestos laborales a mediano plazo. El consumo, mientras tanto,
está por los suelos, y la tendencia es que se hunda cada vez más.
Para evitar ser
juzgado, Temer distribuye alegremente miles de millones mientras su ministro de
Hacienda, Henrique Meirelles, insiste en cortar gastos básicos (hasta la
emisión de pasaportes fue suspendida) en defensa del tan ambicionado
‘equilibrio fiscal’.
Por si todo eso
fuera poco, ahora se supo que Meirelles, el niño mimado del mercado, ganó nada
menos que 86 millones de dólares como “consultor”. Es una cifra capaz de
provocarle surtos de envidia en consultores, digamos, del porte de Henry
Kissinger.
Sobran razones
para sospechar que esa montaña de dinero no vino exactamente de “consultorías”,
sino de algo más. El dinero, claro, fue depositado en el exterior.
Cada vez que uno
cree que no hay más cómo hundir al país, aparece algo nuevo para indicar que el
pozo no tiene fondo.
***
La nota que
sigue, del mismo autor, es del 16 de julio:
Título: Temporal
de maldades en un país destrozado
Texto: La
destrucción de un país –el más poblado y que tiene la mayor economía de América
Latina– a raíz del golpe institucional del año pasado se da en varios niveles.
Los que llevan adelante un plan macabro cuyo objetivo es arrasar todo lo
conquistado en las últimas décadas, parte (pequeña, es verdad, pero real) bajo
los mandatos del presidente Fernando Henrique Cardoso pero muy especialmente
bajo los de Lula da Silva y, mal que bien, preservados por su sucesora, Dilma
Rousseff, no cesan de dar amplias y consistentes pruebas de que desconocen
límites. Con tal de atender a la voluntad soberana de esa sacrosanta e
invisible entidad llamada ‘mercado’, disparan una formidable secuencia de
maldades impensadas hasta hace poco.
En el campo
ético, por ejemplo, Michel Temer y su nutrido grupo de bucaneros luce un
repertorio infinito de maniobras increíbles. ¿Hay que votar en la Comisión de
Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados un pedido de apertura de
juicio al presidente en el Supremo Tribunal Federal? Ningún problema. Basta con
maniobrar a los líderes de partidos sin vestigio de escrúpulos para reemplazar
los miembros de poco fiar.
Resultado: 40
votos favorables al presidente acusado, con hartísimas pruebas, de corrupción.
Claro que todo en la vida tiene su precio. En este caso, de los 40 votos
favorables a Temer, 36 fueron dados por diputados que tuvieron liberadas, de
ultimísima hora, ‘enmiendas presupuestarias’. Valor total: 134 millones de
reales, o sea, unos 42 millones de dólares. Poco más de un millón cien mil
dólares por voto. Es poco: al fin y al cabo, si no fueran los que reemplazaron
los integrantes originales de la Comisión, Temer hubiera sido derrotado.
El problema ahora
es saber cuánto podrá costar cada voto favorable en el pleno de la Cámara, cuya
reunión está prevista para el miércoles dos de agosto. Nuevas y poderosísimas
bombas seguramente irán explotar en las próximas dos semanas –en el Brasil
actual dos semanas son toda una eternidad–, y el precio de cada voto podrá
llegar a las nubes.
Temer y sus
acólitos consideran que esa primera victoria lo fortaleció junto a la ‘base
aliada’, y en este punto tienen razón. Se olvidan, sin embargo, que nuevas y
muy peligrosa amenazas siguen brotando a cada día.
El pasado
viernes, por ejemplo, se supo la propuesta de “delación premiada” del ex
diputado y actual presidiario Eduardo Cunha, fue aprobada por el Ministerio
Público Federal. Cunha había sido un elemento clave en el golpe que destituyó a
la presidente Dilma Rousseff e instaló en el poder al grupo encabezado por
Temer, dirigido por el senador Aecio Neves y sometido a todas las exigencias
del “mercado”. A cambio de disminuir su condena de 15 años de cárcel, Cunha se
compromete a revelar el mecanismo de compra de votos de colegas para destituir
Dilma Rousseff. Además de indicar los respectivos partidos, las cantidades, las
fuentes pagadoras y los intermediarios de las negociaciones y revelar cuáles
fueron los colegas contactados directamente por él, Cunha también nombraría a
los que quedaron bajo encargo del propio Michel Temer .
Mientras,
prosigue la destrucción del país. El Senado aprobó, y Temer sancionó, una
reforma laboral que más que imponer la precarización de las condiciones de
trabajo las destroza. Una victoria incontestable del empresariado, del
“mercado”, que prevé barbaridades. Es
fácil darse cuenta que el significado de
“derecho laboral” sufrió una inversión total.
Por ejemplo: los
trabajadores contratados tendrán el derecho a negociar con sus patrones si a
cada ocho horas de labor dispondrán de 30 minutos para almorzar, la mitad de lo
que prevé la actual legislación. Si prefieren jornadas de doce horas diarias, y
no las de ocho actuales. Si en lugar de vacaciones de 30 días seguidos,
prefieren repartirlas en periodos menores. Las mujeres gestantes o lactantes, a
su vez, tendrán derecho a trabajar en condiciones y ambientes de insalubridad,
siempre que el médico del trabajo las autorice. Empleados y empleadas, además,
tendrán el derecho a aceptar el resultado de negociaciones bilaterales aunque
violen lo que prevé la ley. Y más: los reajustes salariales podrán ser
conducidos por la patronal ya no se negociarán con los sindicatos, sino de
empresa a empresa y, si se da el caso, con cada sector de una misma compañía.
El Ministerio
Público del Trabajo aseguró que la “reforma laboral” aprobada por el Congreso
no se sabe a qué precio destroza la clase trabajadora y significa un retroceso
brutal. La Organización Internacional del Trabajo recriminó con insólita
contundencia la nueva legislación.
Pues así andan
las cosas en el país que tuvo en Lula da Silva el primer presidente obrero de
su historia. Y que con ese presidente avanzó, en términos sociales, todo lo que
ahora se retrotrae de manera impiadosa.
El mismo presidente
que fue condenado por un juez fundamentalista sin prueba alguna. Y que si no lo
inhabilitan en un golpe judicial, participará, como franco favorito, en las
presidenciales del año que viene.
"Pactar es inevitable. El problema, entonces, es otro: ¿pactar con quién?"
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