Viene fea la
elección en Brasil este domingo, chicos. Los últimos datos confirman la repuntada del candidato de la
derecha militarista, Jair Bolsonaro. Teniendo en cuenta la importancia de
Brasil en el contexto latinoamericano, el panorama es ominoso. Así lo cuenta
Eric Nepomuceno para Página/12:
Título: Cuenta
regresiva hacia las elecciones en Brasil
Epígrafe: Lo que
se ve en las horas finales de la disputa es una muy reñida batalla llevada a
cabo tanto por el candidato centroizquierdista Ciro Gomes como por el campo de
la derecha para intentar lo imposible: superar a Fernando Haddad.
Texto: Ayer ha
sido el último día de propaganda política en la radio y la televisión. En las
redes sociales, la campaña –fuera del alcance de la legislación electoral–
prosigue a toda velocidad. El cuadro, faltando dos escasos días para el
encuentro entre elector y candidato, deja claro que dos serán los que pasarán a
la segunda vuelta: el ultraderechista Jair Bolsonaro, y el candidato del PT del
ex presidente Lula da Silva, Fernando Haddad.
Los separaba,
hasta la noche de ayer, entre nueve y diez puntos, acorde a cada sondeo. El
ultraderechista aparece a la cabeza, con de 32 puntos, frente a 23 de Fernando
Haddad. En un lejano tercer lugar, a once puntos de distancia del segundo colocado,
aparece el centro-izquierdista Ciro Gomes. Por el camino quedó un relegado
Geraldo Alckmin, del mismo PSDB del ex presidente Fernando Henrique Cardoso,
que sale moribundo de esa disputa electoral. Y también la dublé de
ambientalista y evangélica Marina Silva, que ostenta, en la recta final de la
campaña, menos de la cuarta parte de intención de votos que tenía hace un mes.
Moribundos a un
lado, sobrevivientes a otro, lo que se ve en las horas finales de la disputa es
una muy reñida batalla llevada a cabo tanto por el candidato centroizquierdista
Ciro Gomes como por el campo de la derecha para intentar lo imposible: superar
a Fernando Haddad en los últimos metros de la maratón y pasar a la segunda
vuelta para enfrentarse con el candidato de la ultraderecha. Por más que esté
claro que las posibilidades de éxito son casi nulas, tanto Ciro Gomes como
Geraldo Alckmin insisten en el decir que son la única posibilidad de evitar
“los dos extremos”. El pasado miércoles hubo un intento de hacer que Alckmin y Marina
Silva desistiesen para apoyar Ciro Gomes.
El intento duró
lo que un soplido. Siempre reiterando su compromiso con el futuro, tanto
Alckmin como Marina Silva rechazaron la hipótesis. Queda por ver qué futuro
tendrán los dos, y, muy especialmente, cuál será el destino del PSDB de Alckmin
y del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que ahora pagan el precio de
haber ideado y luego respaldado el golpe institucional de 2016, que elevó al
poder a Michel Temer,cuyo grupo llevó al país al fondo del pozo.
Los seguidores de
Jair Bolsonaro reforzaron, en los dos últimos días, su táctica de campaña, a
través de las redes sociales, lanzando un sinfín de fake news. Mentiras burdas,
pues. Por ejemplo: un montaje en que la candidata a vicepresidente de Haddad,
Manuela D’Avila, aparece con una camiseta donde está escrito “Jesucristo era
travesti”. O un supuesto tramo del programa de gobierno de Haddad en que se
asegura que “los niños, al completar cuatro años, serán entregados al Estado,
que decidirá cuál será su género sexual”. También se asegura que “los
comunistas del PT cerrarán templos e iglesias, impidiendo que se adore al Señor
Dios”. Lo que sorprende es que la campaña de Haddad no se haya preparado para
contestar, en las mismas dimensiones, esa clase de denuncia, que encuentra eco
principalmente entre los evangélicos seguidores de las sectas electrónicas.
Hay una desmedida
euforia en las huestes del candidato ultraderechista, hay una injustificada
expectativa en la campaña de Ciro Gomes, y una palpable perplejidad en la de
Fernando Haddad. Muchos de los coordinadores de la campaña de Haddad admiten,
en conversaciones privadas, que quedaron un tanto atónitos con el crecimiento
de Bolsonaro en los sondeos de los últimos días, mientras que su candidato apenas
oscilaba hacia arriba, sin dar muestras de poder alcanzar mayor velocidad, como
era esperado.
La conclusión a
la que llegaron es que a partir del último fin de semana muchos de los
electores que antes se declaraban indecisos se dejaron llevar por la ola anti
PT, mientras que muchos de los seguidores de candidatos de la derecha, frente a
la obvia incapacidad tanto de Alckmin como de Marina y de todos los demás,
decidieron sumarse al bando del candidato de la ultra-derecha. Queda, sin
embargo, un contingente de alrededor de 30 por ciento del electorado que
manifiesta rechazo tanto a uno como a otro de los dos candidatos viables. El PT
pretende conquistar el grueso de los 11 por ciento de electores que declaran
votar en Ciro Gomes en la primera vuelta, además de lo que sea posible pescar
en aguas de los otros candidatos menores.
La campaña de
Haddad, además, empezó a disparar armas que estaban destinadas a ser usadas en
la segunda vuelta: las que apuntan hacia la incongruencia, lo absurdo y el
extremismo de Bolsonaro. Como munición, hay grabaciones del ultraderechista
atacando a mujeres, negros, homosexuales y trabajadores, además de
declaraciones favorables a la dictadura, a la tortura y a la eliminación
sumaria de quien sea considerado enemigo de la patria. Los estrategas de Haddad
creen que será posible, por primera vez, invertir el resultado de la primera
vuelta, derrotando, en la segunda, el ganador inicial. Mientras, el país vive
la angustia de la tensión máxima.
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