viernes, 18 de agosto de 2017
El enemigo interior
El atentado de anoche en Barcelona (foto) y Cambrils, España, es el octavo que se realiza con la misma metodología: un camión, camioneta o furgoneta arremete a toda velocidad contra transeúntes, preferentemente en calles peatonales llenas de gente. Así recuerda los sucesos el diario español El País:
Título: Ocho atentados con atropello en Europa en el último año
Subtítulo: España, Francia, Alemania, Reino Unido y Suecia han sufrido ataques terroristas contra peatones desde el verano pasado
Texto: Además de Barcelona, Niza, Estocolmo, Berlín, París y Londres (en tres ocasiones) han sufrido en el último año atentados terroristas en los que el conductor de un vehículo arrolló a los viandantes. Desde el 14 de julio de 2016 en Niza hasta el pasado 9 de agosto en París estos son, en orden cronológico, los atentados ocurridos en suelo europeo con este procedimiento:
París: embestida contra militares
Seis militares que formaban parte de la operación antiterrorista Sentinelle resultaron heridos el pasado 9 de agosto cuando un BMW negro embistió contra ellos en el municipio de Levallois-Perret, a seis kilómetros del centro de París. Aunque el acto no recibió la calificación de "terrorista", el ministro del Interior, Gérard Collomb, lo definió como "deliberado" y su investigación recayó en la sección antiterrorista de la Fiscalía de París. El conductor, Hamou Benlatreche, es un hombre de nacionalidad argelina en residente legal en Francia y sin antecedentes policiales ni judiciales.
Londres: atentado islamófobo
El 19 de junio, un hombre galés de 47 años, Darren Osorne, embistió con su coche a un grupo de musulmanes que regresaban del rezo de medianoche del ramadán cerca de la mezquita de Finsbury Park, en el norte de Londres. Nueve personas resultaron heridas tras el atentado y un hombre murió en el acto, aunque la Policía no precisó si había fallecido a causa del choque o como resultado de un desvanecimiento que había sufrido antes del atropello. El imam de la mezquita evitó que una multitud enfurecida agrediera al atacante. "Ya he hecho lo que tenía que hacer", declaró el asaltante tras perpetrar el asalto.
Londres: atropello masivo junto al Puente de Londres
En la noche del pasado 3 de junio, una furgoneta arrolló a una veintena de peatones junto al Puente de Londres. Tras el atropello, los tres ocupantes continuaron circulando hasta el cercano mercado gastronómico de Borough, descendieron del vehículo y apuñalaron a varias personas. La policía los abatió. El atentado se saldó con ocho muertos, entre ellos un español, y más de 40 heridos.
Estocolmo: un camión atropella a una multitud
Cuatro personas murieron y otras 15 resultaron heridas el pasado 7 de abril cuando un camión atropelló a la multitud en Estocolmo, en la calle Drottninggatan, una zona peatonal y una de las arterias comerciales de la capital sueca. El primer ministro de Suecia, Stefan Löfven, señaló que todo apuntaba a que se trataba de un "ataque terrorista".
Londres: ataque junto al Parlamento británico
Un terrorista sembró el pánico en las inmediaciones del Parlamento de Reino Unido el pasado 22 de marzo, cuando atropelló con un todoterreno a numerosos transeúntes en el puente de Westminster. Después de empotrar el vehículo en una verja, atacó con un cuchillo a los agentes que vigilaban el acceso a la Cámara británica. Cuatro personas murieron en el ataque y una quinta falleció después como consecuencia de las heridas que sufrió al caer en el Támesis.
El agresor, identificado como Khalid Masood —cuyo nombre era Adrian Russell Ajao antes de convertirse al Islam—, era de nacionalidad británica y fue abatido por la policía cuando intentaba entrar en el Parlamento. También en este caso, el ISIS asumió la autoría del atentado.
Berlín: un hombre mata a 12 personas con un camión en Berlín
Un camión irrumpió en un mercado navideño el pasado 19 de diciembre y dejó 12 muertos y 48 heridos, en un ataque cuya autoría fue asumida por el Estado Islámico. El atacante, el tunecino Anis Amri, fue abatido cuatro días después por la policía italiana en Milán. Ya había estado encarcelado durante cuatro años en el país transalpino y tenía una orden de expulsión a Túnez.
El camión utilizado para atentar había sido robado a un camionero polaco —quien fue asesinado por Amri y se convirtió en la duodécima víctima del ataque— y gracias a un sistema de frenado automático no causó más víctimas. Hacía tiempo que los servicios de inteligencia alemanes temían que los mercadillos navideños fueran objetivo yihadista.
Niza: 85 personas mueren arrolladas por un camión
El año pasado fallecieron 85 personas al ser arrolladas por un camión en el paseo de los Ingleses de Niza durante los festejos del 14 de julio, el día de la fiesta nacional francesa. El atacante, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, quien fue abatido por la policía, era un ciudadano tunecino con residencia en Francia que había alquilado días antes el vehículo con el cual atropelló a gran velocidad y a lo largo de casi dos kilómetros a grupos de congregados para ver los fuegos artificiales, dejando un reguero de muerte y de escenas de pánico a su paso. El autodenominado Estado Islámico (ISIS) asumió la autoría del atentado. El ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, declaró entonces que Lahouaiej Bouhle parecía haberse radicalizado "muy rápidamente", según la información proporcionada por personas "de su entorno".
***
Por su parte, Lluis Uría, del diario español La Vanguardia, intenta una reflexión:
Título: El desafío interior
Texto: ¿Cuándo empezó todo? ¿En qué momento el atropello se convirtió en un arma de guerra? Si se piensa en Europa –porque en Israel los palestinos ya lo habían practicado– lo que espontáneamente viene a la mente es el atentado de Niza del 14 de julio del año pasado. La noche de ese día, el tunecino Mohamed Lahouaiez-Bouhlel se montó en un camión y arrolló a la multitud que se congregaba en el paseo de los Ingleses a la espera de ver los fuegos artificiales con motivo de la fiesta nacional: mató a 86 personas e hirió a más de 300. El impacto, como era de esperar, fue enorme.
Pero si el de Niza fue –ha sido hasta ahora– el atentado por atropello más grave que ha habido, no fue el primero. Hace dos años y medio, el 21 de diciembre del 2014 otro hombre de origen magrebí y al grito de “Alahu Akbar” (Dios es el más grande) se lanzó con un coche contra los peatones de una calle comercial de Dijon (Borgoña) y hirió a 13 personas. No hubo ninguna víctima mortal, a diferencia de lo que sucedió al día siguiente en Nantes (Bretaña), donde otro individuo –desequilibrado y alcohólico– atacó a la gente congregada en el tradicional mercadillo de Navidad, donde mató a una persona e hirió a otra decena.
La concatenación de ambos sucesos hubiera sido suficiente para desatar la alarma entre la población pero rápidamente las autoridades descartaron cualquier móvil terrorista en ambos casos. ¿Interesadamente? El autor del atropello de Dijon fue declarado culpable por la justicia, que atribuyó su acción a los graves problemas psiquiátricos que padecía desde hacía años, para indignación de las víctimas, y lo internó en un centro especializado. Pero que estuviera perturbado en sus facultades mentales no oculta que su acción fue deliberada y estuvo teñida de un vago fanatismo religioso. ¿No están perturbados también de algún modo todos los demás autores de semejantes salvajadas, islamistas o no?
Tras Dijon y Niza vinieron –como es sabido– el mercadillo navideño de Breitscheidplatz en Berlín (diciembre del 2016), con 12 muertos; el puente de Westminster en Londres (en marzo pasado), con cinco víctimas mortales; una calle comercial de Estocolmo (en abril), con cuatro fallecidos, y otra vez la capital británica, en este caso en el puente de Londres (en junio), con un balance de 11 muertos. Es manifiestamente obvio que se trata de una estrategia deliberada y así lo confirman las publicaciones oficiales del Estado Islámico, que cuanto más acorralado se siente en Siria e Irak, más peligrosamente amenaza con revolverse con atentados terroristas en Europa y Estados Unidos. Alquilar un vehículo y lanzarse contra la multitud no necesita grandes preparativos ni una calculada organización –como sí precisaron los atentados múltiples perpetrados en París en noviembre del 2015, en la sala Bataclan y otros lugares–, es muy fácil de llevar a cabo y muchísimo más difícil de detectar por las fuerzas policiales antiterroristas. Sólo hace falta un individuo enajenado dispuesto a matar.
Pero los atropellamientos, quizá más que otro tipo de atentados –más refinados o selectivos–, tienen un valor añadido para sus instigadores: difunden el miedo y la desconfianza como una epidemia. Y eso es justamente, y ninguna otra cosa, lo que pretenden las mentes criminales del Estado Islámico y toda la constelación de organizaciones yihadistas. Incapaces de desequilibrar a las democracias occidentales por la fuerza de las armas, lo que buscan deliberadamente es sembrar la división, difundir la sospecha y la discordia, crear una fractura insalvable entre la población musulmana –muy importante en sociedades como la francesa, la británica o la alemana, y cada vez más en la española, particularmente en la catalana– y el resto, y alentar una confrontación civil.
Podría parecer una pretensión ilusoria pero, en el fondo, no hay nada más fácil que atizar los instintos tribales de las personas. Y la religión –o la patria– son factores elementales de división: a este lado de la línea nosotros, al otro vosotros. Los terroristas tienen en general un perfil muy parecido: son personas descarriadas, en algunos casos marginales o vinculadas a la delincuencia común, gente sin futuro convencida de que no tiene nada que perder –ni que ganar– y que encuentra en el islamismo un sentido a su desnortada vida. Pero eso no lo explica todo. Porque, por equivocados y manipulados que estén, encuentran su justificación y su bandera en una religión que tiene vocación hegemónica y excluyente. Y eso le confiere un rasgo particularmente amenazador. La mayor parte de los autores de los atentados son además nacidos en Europa, lo que afianza la idea en las opiniones públicas de la existencia de un enemigo interior.
Que la estrategia de los yihadistas ha empezado a dar fruto lo demuestra el eco creciente que tienen en Europa y EE.UU. las ideas xenófobas e islamófobas –asumidas parcialmente incluso por los propios partidos institucionales– y el incremento del respaldo electoral de las fuerzas políticas populistas y de ultraderecha. El penúltimo tuit emitido anoche por Donald Trump –en él siempre es el penúltimo– sugiriendo que la manera de acabar con el terrorismo islamista es disparar a los yihadistas con balas embadurnadas con sangre de cerdo seguro que hizo las delicias del estado mayor del Estado Islámico.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario