Uno mira los titulares de los medios españoles, estos días,
y no puede evitar sentir un déjà vu. Por este motivo, me gustaría comentarles a
los amigos españoles, sin el menor ánimo de encrespar los ánimos, un par de
reflexiones personales sobre el momento que están viviendo. Es que la situación
económica que sufre España ahora me recuerda mucho a la de mi país en los años
1998 o 1999. Esto es,
(1) existe una especie de sacrosanta convicción (sobre todo
en los medios) de que no hay salida al actual atolladero económico. Ocurre que
el catecismo neoliberal es inflexible: primero gastas (lo que quieras, como
quieras, te damos todo lo que pidas, sin la menor responsabilidad por parte de
los que luego van a ser tus acreedores) y luego pagas (religiosamente, con
pistola en la cabeza e intereses que te fijan unos brokers saturados de cocaína
en Nueva York, que de golpe se dan cuenta que sus inversiones están en riesgo).
Una aclaración: para el catecismo neoliberal no hay izquierdas ni derechas, por
lo que importa un rábano si al frente está Felipe, Zapatero, Rajoy o la Duquesa de Alba: primero
te obligamos a pedir (bajo un clima cultural pre-modelado por los maestros de
las finanzas, y difundido hasta el hartazgo por sus empleados de lujo: los
medios masivos de des-información e in-comunicación), luego te obligamos a
pagar.
(2) No se engañen: a esta altura, la deuda pública y privada
española es impagable e incobrable, como lo es la de Latvia, Croacia, Grecia,
Inglaterra, USA, etc. Este dato es importante a tener en cuenta porque la
dirigencia política va a insistir hasta último momento (o sea, cuando el pueblo
salga a degollar en masa a sus dirigentes) en que “¡se puede!”, tan sólo es
cuestión de hacer el último esfuerzo. Entonces este mes los perjudicados van a
ser los maestros, el mes que viene los jubilados, luego las enfermeras, y así.
Ocurre que el “último esfuerzo” sencillamente no termina nunca. Los medios van
a machacar día y noche con que la única salida son las “reformas” (casi siempre
empiezan con las leyes laborales), la “desregulación” (como si la salvajada
financiera que es esta época no fuera un producto directo de desregulaciones
previas) y, finalmente, la privatizción de los restos que queden del Estado:
ferrocarriles, aeropuertos, autopistas, agua, tal vez incluso el aire.
Entiéndase bien: no se trata de que las compañías privadas que vayan a
intervenir (chinas, estadounidenses, francesas, da lo mismo) pongan un centavo
en nada. Se trata de cobrar por servicios cuya infraestructura tardó mil años
en construir el Estado). En este clima cultural es que la Argentina vendió YPF.
Finalmente, y este es un aspecto clave aunque doloroso, (3)
al igual que la Argentina
en su momento, España está atada de pies y manos a una herramienta que no
maneja ni sobre la cual tiene soberanía alguna a estas alturas: la moneda. Un
amigo solía decir: “Para hacer un país hacen falta sólo tres cosas: territorio,
población y moneda”. Si no hay moneda no hay economía soberana. ¡Tarde nos
dimos cuenta los argentinos! Amigos españoles: o bien toda Europa hace algo a
este respecto, o bien mi consejo es el siguiente: salgan del euro YA! Quiero
decir que si fabricar una goma de mascar en este momento cuesta en España 3
euros, España no exportará jamás goma de mascar. No le den más vueltas a la
cosa. No dejarán de ser europeos porque vuelvan a la peseta, ni perderán un segundo
de su gloriosa (sí, gloriosa) historia por volver a hablar de “duros” otra vez.
Lo que se acaba en estos años es el festival financiero, el casino miserable
según el cual los señoritos de las finanzas deciden el destino de los pueblos.
Mi país explotó el 19 y 20 de Diciembre de 2001. Lo que
siguió fue largo y doloroso, y todavía lo estamos pagando. No voy a hablar de
esos días (todavía me duele); algunas pinceladas de aquellas jornadas pueden
verse en la web (por ejemplo: http://www.taringa.net/posts/imagenes/950299/Impactantes-fotos-del-19-y-20-de-Diciembre-de-2001.html).
Por acá nunca olvidaremos las imágenes de un país incendiado. Recuerden: destruir
es fácil, lo difícil es construir. Dos consejos finales: (a) si la cosa explota
(cosa que ojalá no llegue a ocurrir en España, lo deseo de corazón), los
señoritos de las finanzas van a salir con ideas de todo tipo. En la Argentina, por ejemplo,
un cretino de alguna fundación económica propuso dividir el país en tres. Otro
sugirió convertirnos en protectorado de los EEUU. Otro pergreñó la idea de
venderles la Patagonia
a los japoneses. ¡Cuidado, vascos, gallegos, catalanes! La tentación va a ser
grande! (b) cuando vayan a las manifestaciones en contra de los ajustes, les
recomiendo fabricar previamente horcas y guillotinas (de cotillón, se entiende,
pero que sean de tamaño grande, tirando a natural). ¡Vieran ustedes cómo
impactan en la retina de reyes y dirigentes políticos estas sencillas
herramientas!
Una última cosita, mientras llega la debacle: ¿serían tan
amables de dejar de reventar países como Irak, Afghanistán, Libia o Siria? ¿Qué
suponen ustedes que están haciendo? ¿Creen ustedes realmente que los genocidios
que perpetran no van a ser contestados? ¿Son tan ilusos de creer que países para
los cuales ustedes están a tiro de misil no van a buscar revancha cuando la
tortilla se dé vuelta?
Hay salida al final del túnel. A juzgar por la experiencia
argentina, lo mejor es abrir un boquete antes. Se sufre menos. Se pasa menos
hambre.
Un abrazo fraternal,
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